La otra noche, mientras escribía, un coco atravesó el techo de mi choza y aterrizó junto a mis pies rozando el ordenador. Hoy, por fin, ha venido el "coconut-walla" a despejar la zona de posible artillería aérea futura. Guru, el casero, insiste en que él ha crecido aquí, como su padre, su abuelo y así hasta la primera generación de los "Guru", y "nunca" ha visto ningún caso de alguien a quien le cayera un coco en la cabeza. Yo no sé qué pensar ni dónde encontrar la estadística de heridos y fallecido anuales por la caída libre de cocos, pero me da que ya es hora de escribir cómo los ataques a traición del coco, en su proceder más natural, junto a las vacas, monos, perros, serpientes, rickshaws, motos y en ocasiones, hasta elefantes sin control, convierten el día a día de la vida diaria en India en un maravilloso videojuego en el que más te vale no perder la concentración. / Foto © Rafa Gassó
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