.
ESTE ES UN PROYECTO DE CROWDFUNDING - ¡CLICKA AQUÍ Y AYÚDAME A DIFUNDIR!

lunes, 16 de febrero de 2015

Fuego camina conmigo


La consulta del médico ayurveda de Chawdi / Foto © Rafa Gassó

.
“Eres fuego. Has de dejar de comer picante y beber mucha agua. Al menos dos litros. Necesitas bajar la temperatura de tu naturaleza”.
De haber sido una actriz de Bollywood la autora de tan sorprendente afirmación, soltada a bocajarro, a dos palmos de mi rostro, me habría arrancado la camisa en ese mismo instante, dejando al aire mi medallón de la Virgen de la Macarena (a juego con mis calzoncillos de piel de leopardo), y hubiera saltado por encima de la mesa adormeciéndola astutamente con un vapor de aliento de Varón Dandy, auténtico flúor de la seducción ibérica, antes de aferrarme al lóbulo de su oreja para susurrarle un coqueto “¡Grrr…!”.
Pero, sin embargo, no era autora sino autor el juglar de las cosas místicas; enjuto y cetrino, doctor ayurveda, para más señas. Y la mesa que nos separaba, la de su consulta. Y en este punto, diré: Provengo de una familia escéptica que le cuesta creer hasta en sus allegados más próximos, así que no fue hasta mi tercer viaje a India, cuando Durguess –quien nunca aprobó aquellas oposiciones *, por cierto-, me dio un jarabe ayurveda para una tos seca que me estaba disecando la vida, magia que me fue a las mil maravillas –anoto-, y empecé a dejar de ver con recelo esta alternativa a la medicina tradicional tan extendida y presente en India. Casi con más arraigo que su ‘homóloga’ química. En definitiva, que hemos contraído un virus –en mi caso ampliado a severo constipado por surfear cada amanecer el rocío en moto, yendo a por el desayuno, un pequeño placer privado del que hablaremos más adelante, el de conducir en India-, y por recomendación de mi amigo Alberto, esta mañana a primera hora hemos ido a su consulta.

[Y este otro punto, reseño: La medicina y farmacia india, igual o más competente que las de cualquier país occidental ‘desarrollado’, es del orden de un 70-75% más barata e igual de eficiente o más, en según qué campos. Hace muy pocos años, no recuerdo si dos o cuatro, las farmacéuticas indias ganaron la batalla de las patentes a sus homólogas suizas y americanas –las reinas mundiales del cotarro-, siguiendo una política basada en la “medicina barata para todos”… y porque al final la batalla acabó en el Tribunal Superior de Justicia indio, que evidentemente falló a favor de India, por si alguien quiere aventurar conclusiones para averiguar quién es el tonto y quién es el listo en cada mundial. También influyó el hecho de mantener el pulso acorde a la idiosincrasia india –a mi juicio muy positiva-, que es la del ‘orgullo de raza’. Son indios y están orgullosos de serlo. A veces, hasta el punto de resultar un poquito bastante racistas. Pero aquí entraría el discurso sobre una sociedad donde el sistema de castas, aunque abolido constitucionalmente desde 1950, sigue absolutamente presente –hay quien podría opinar que el indio desprecia hasta el europeo-, pero todo eso no sería sino meternos en otro jardín en el que nos meteremos, sí, pero no ahora. Sólo una última conversación que tuve con un dependiente indio, justo después de visitar el médico ayurveda, ayude, quizá, a explicar esto que digo. Buscaba estos cacharros que se enchufan a la corriente eléctrica para calentar agua o leche, una resistencia que ya compré en Pushkar y cuyo plástico quedó fundido al tercer chai que me hice, y mientras le explicaba qué buscaba, el dependiente ya tenía uno en la mano: “150 rupias”, me dijo. “¿Es bueno?”, le pregunté. Y le expliqué cómo el otro se había roto al tercer uso con el peligro añadido, además, de que podría haberme dejado frito por electrocución, cosa que pasaría por alto en el caso de ser hinduista y contar con una o varias reencarnaciones. Pero no es el caso. Los cristianos, de momento, sólo tenemos opción a una sola vida terrenal y no quisiera perderla preparándome un mísero té. Yo, ¡que soy de café! El caso es que el tipo me respondió presumido: “¿Te costó 70 rupias?” –Sí. “¿El cable era negro?” –Sí. “Entonces era de fabricación china. Basura”, atajó. Y acto seguido, con sonrisa y expresión satisfecha, giró la caja, me enseñó el envoltorio, y dijo con tierno orgullo de padre: “Mira. Esta está fabricada en India”].

Y allí estaba yo, con mi brazo extendido, el tipo tocándome el pulso y diciéndome, tal vez susurrándome: “Eres fuego”. Juro que le habría contestado “fuego en tus ojos, pirata”, de haber tenido más paciencia o más humor, pero para ese momento ya le estaba preguntando que por qué era fuego. Entonces me explicó que la medicina ayurveda divide su disciplina en tres elementos: Aire, fuego y agua. A la que una se dispara, hay que compensar las demás. Y entonces fue cuando vino lo mejor: “También tienes que controlar tus impulsos. No perder la calma tan rápido. Tienes demasiado fuego y te enfadas muchas veces al día. Hay que controlar eso”. La socia allí presente contuvo la risa y con una mano y se afanó en repetir: “Dos litros y medio diarios de agua”.
Aquí los tengo.
.
Fuego camina conmigo / Foto © Rafa Gassó

* El examen de Durguess (21/04/2009). Curveando.
En ocasiones establecemos vínculos amistosos con una persona sin intercambiar apenas un par de miradas. Puede ocurrir, por ejemplo, en ese café que eliges como tu refugio particular para escapar del ritmo frenético y estresante de una ciudad como esta, la de Delhi, que mucho me da que no es sino la punta de lanza de un país que igual te puede hacer sonreír que llorar, conmovedor como pocos hasta el extremo de odiarlo y amarlo al mismo tiempo, con la misma intensidad, como un puñetazo en la boca del estómago que te dobla para mostrarte que en algunos lugares del mundo todo es posible, hasta la mayor contradicción de entre todas las contradicciones imaginables o inimaginables.Es en ése café donde prácticamente he comido y cenado estos últimos días, al calor del calor humano cuando se viaja en soledad por un país que reparte hostias como panes desde la primera hora del día hasta la última de la noche.
Hoy fui a comer allí por (penúl)ultima vez; mi tren para Jaisalmer parte en apenas hora y media y quería decirle ‘hasta luego, nos vemos de aquí a un mes, hacia finales de mayo’; volvía de haber visitado el Fuerte Rojo a lomos de un tuk- tuk arrastrado por un escuálido muchacho que apenas podía sujetarse... y me sentía fatal. Nunca he dudado a la hora de regatear. Es más, hace varios viajes que dejé de hacerlo. Pongo un precio y no discuto. Y sin embargo... Qué difícil resulta hacerlo en esta India pobre y miserable (miserable, miserable y miserable, espero que llegue el día en el que los carromatos no se aparten ante los soberbios cláxones de los coches pudientes, última generacion, que exigen un camino libre de harapientos; que crucen sus ciclos y exijan con violencia su derecho al tránsito por una vía que les pertenece a ellos mas que a ningún otro), esta India que se cae a pedazos de verdadera hambruna y desesperanza.
Y hablé con él. Me senté, le pedí un dal fried con chapati y él me pidio que le enseñara la cámara; jugó un rato con ella, hizo un par de fotos y luego, con una sonrisa algo tímida, me preguntó cuánto costaba: “Unos 200 euros”, quise mentirle. “Es muy cara”, respondió. “No, no es cara”, le dije. “No en mi país”. Me preguntó cuánto ganábamos allí. Luego me tocó el turno a mi. “700 rupias”. 700 rupias que han de servir para pagar un piso de otras 400, comer, vestirse y (no) darse algún capricho. Más tarde me contó que él no era de Delhi, sino de la región de Utah Pradesh, que sólo llevaba 10 meses viviendo en la capital, y que no quería seguir por mucho tiempo en ese mismo trabajo, un trabajo que le ocupa desde las nueve de la mañana hasta las 11 de la noche. “El 26 tengo un examen para trabajar en los Ferrocarriles. Si lo apruebo, en un mes estaré
trabajando allí”. “¿Y has estudiado fuerte?”, le pregunté. “Sí”, dijo seguro de si mismo y sin perder por un instante su dulce sonrisa. No sé rezar, pensé, ni lo haré, pero sí que haré fuerza por ti. Ojalá que apruebes ese examen, chaval. Ojala. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario