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miércoles, 10 de diciembre de 2014

This is my INDIA
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Namaste, mon amour from Rafa Gassó on Vimeo.

‘This is my India’ es un proyecto de periodismo gonzo, oldschool, que quiere recuperar el oficio de narrar y transmitir realidades lejanas a la vieja usanza. Es decir, con libertad, pausada caligrafía, mejor fotografía, y sin contacto con un jefe en diez mil kilómetros a la redonda que te marque, con habitual desconocimiento de causa, las pautas de lo que has de contar y lo que no o cómo. This is my India es un proyecto que acabará en libro.
Llevo más de 20 años consagrado al arte de viajar cuanto más lejos, raro o en condiciones penosas, mejor, y el lugar más recóndito del mundo -y no en kilómetros, precisamente-, se me reveló que era India hace seis años y apenas varios meses después de haber recorrido gran parte de la salvaje Indonesia en el medio de transporte más desconcertante con el que un viajero puede arribar islas remotas del océano Índico: Un jodido autobús. Lo que si no dice todo, sí dice mucho de ese otro país con corpachón de subcontinente que nadie termina de conocer pero del que todo el mundo habla -en especial los que están calentando una silla de Internacional en Madrid, que por lo general y salvo honrosas excepciones, son los que más saben de los países que nunca visitan-. 
Allí en India he hecho de todo como culo inquieto de dedo fácil –para disparar fotos o teclear, aclaro e insisto-, a quien le gusta rastrear y documentar esas historias que laten en las entrañas, corazón y vida de los verdaderos protagonistas de la Historia. Esas historias que esperan pacientes, en recónditas geografías, a que alguien les dé testigo y que nunca llegarán a las redacciones de la capital si uno no sale a buscarlas expresamente porque cree en ellas, las trae de vuelta entre los dientes y las escupe ante la mesa de su jefe/a amenazando con arrancarse la camisa o la cabeza si no se les da voz (dramática y teatrera amenaza de teatro radical que ya no surte efecto en un oficio que agoniza falto de ideas e identidad, víctima de una crisis que algunos han dado en llamar, con hiriente humor suicida, “económica”).
Es hora de cambiar de pantalla, pues, y volver al origen del viejo oficio de narrar de la única manera convincente posible: Con independenciaA mi manera. Quiero volver a India -el país con más historias que contar del mundo-, y seguir descubriéndoosla sin depender de que un espíritu censor con sueldo de 9 a 5 decida si me publica historias inauditas como esta de Manipur o esta otra de Kerala. El objetivo será construir un libro sobre India a modo de puzzle de apuntes, fotos y notas -la única forma de acercarse a ese caleidoscopio que seduce con colores para golpear con mil dolores y que nunca nadie conseguirá resumir en una edición definitiva, porque es imposible-, después de seis años de patearlo de sur a norte y de este a oeste. 
Un proceso de complete, a base de viaje y de kilómetros, ese libro abierto que es India en una última etapa que podrás seguir en este mismo blog: 
indianeando.blogspot.com
Pero para ello tengo que mantenerme con vida. ¿Me ayudas?
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PUEDES APORTAR 10€ ó 20€
... y escribirme un e.mail a rafagasso@gmail.com indicando tu nombre, apellidos, ciudad de residencia y qué quieres aportar. Te explicaré cómo hacerlo y te enviaré de vuelta el eBook de viajes Curveando, que es gerundio (formato PDF). Si aportas 20€ podrás tener, además, la primera edición en formato eBook del resultado de este proyecto. En ambos casos tendrás acceso a este blog y a la última etapa de un viaje por India que terminará de dar forma a un libro macerado en kilómetros. También puedes consultarme lo que se te ocurra o enviarme tus propias propuestas, no vaya a ser que te haga ilusión tener alguna de las fotografías que aparecen en el video -más que el eBook- y yo me quede sin saberlo, que todo se habla :-) La idea es llevar a cabo este proyecto con una filosofía cercana, de "tú a tú", sin intermediarios, y tu opinión me resulta más que importante. ¡Vente! :-)
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Puedes saber más de mi trabajo en:

'This is my India' en el programa de viajes 'Paralelo 20' (Radio Marca)


Contar, contar y contar


Editando este fin de semana un trabajo que presento a concurso encontré esta imagen: 
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Centro de juventud del campo de refugiados de Aida, en Belén (Cisjordania). © Rafa Gassó
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Me gustó reencontrármela por varios motivos. Entre otros, porque representa muy bien esa clase de fotografías que, aun estando entre tus favoritas de tal o cual historia en la que te implicaste más allá de lo profesional, sabes que está destinada a no salir de tu disco duro (tal vez con un poco-mucho de suerte, y si además resiste en el tiempo tu propia crítica, a ser colgada en alguna expo futura, o en tu blog), porque jamás tendrá cabida en un medio de comunicación tradicional. Al menos tal cual está planteada. Los criterios para su descarte, del otro lado de la barrera, pueden ir desde el “es de un blanco y negro demasiado sucio”, al “esa pistola es de juguete y no real”. Aunque ambos argumentos sean, precisamente, los que tú quisiste dejar reflejados para conseguir ese eficaz plano general a través de un recuadro sutil. Pero así son y están las cosas. No hay que darle más vueltas.
Otro de los motivos por los que me gustó reencontrármela es porque también explica por si sola (y por todo lo anterior), la necesidad de llevar a cabo un proyecto como este de esta misma página que ahora visitas, This is my India. Porque quiero poder contar las cosas a mi manera, sin depender de la aprobación de un editor/editora para mostrar (publicar) las cosas que considero que hay que contar.
¡Vente!

This is my India
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La increíble historia de Master Lee / Manipur


Algunos de los motivos por los que vinimos a Goa ya los hemos contado. Ahora toca... una historia tan real, violenta, épica y turbia, como las vidriosas jornadas que este periodista pasó recopilando, sobre terreno, lo que por derecho debería titularse «La increíble historia del Maestro Lee y su aventajado alumno Ringo 'Star'», una suerte de andanzas de un Sr. Miyagi, versión hindú, y su discípulo, un jovencísimo ex funcionario curtido en el centro administrativo de Delhi y reconvertido en 'Karate Kid' tras un periplo de huidas personales y peleas ilegales por los peores suburbios del sudeste asiático. La trama, dinero fácil para la construcción de un templo-orfanato que llevará el título de 'Lee' (literalmente, 'el que es huérfano').
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Master Lee / Fotografía © Rafa Gassó
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Comienza en el Estado de Manipur, India, un "punto caliente" en la frontera oriental de Bangladesh que limita al Este con Myanmar, y cuya etnia mayoritaria es la de los Meiteis. Su historia no es fácil. Manipur fue tomada por la antigua Birmania durante las disputas de ésta con su vecina Tailandia; más tarde fue liberada -y a continuación ocupada-, por los ingleses y, más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, fue campo de batalla habitual entre Aliados y japoneses. En esencia, y por tradición, Manipur huele a pólvora. En 1947, cuando India se independizaba del Imperio Británico, su Maharaja aprovechó para redactar una Constitución y convertirlo en un reino independiente que, de un plumazo, India absorbió dos años después antes de integrarlo definitivamente al país en 1956, y sólo reconociéndolo como Estado en 1972. Con semejante historial, no es de extrañar que Manipur alumbrase infinidad de grupos armados separatistas (32, según la Wikipedia) que hoy, todavía activos –solamente el 'People Liberation Army' cuenta en la actualidad con unos dos mil soldados-, reclaman su independencia desde las montañas a golpe de gatillo. El índice de desempleo de la región, uno de los más altos del subcontinente, y las duras condiciones de vida, provoca que los jóvenes apenas tengan dos salidas: O las guerrillas o las peleas callejeras. En Manipur sólo hay sitio para los más fuertes.

Deserción, disturbios… y una de caballo
En esa olla a presión, y en diferentes generaciones, crecieron Jugol Singh, «Master Lee» (56) y Ringo Paonam (31). El primero, huérfano y niño de la calle, dio con la "tercera salida" de Manipur: los templos. Allí se acoge a los huérfanos y allí, en medio de la selva, apartados de la violencia, se les enseña el genuino arte de la lucha. Para el joven Singh corre el año 78, conceptos como el de 'Buda' dan paso a la casta de los Okinawa, de los saolí, el taekwondo, Japón, China, Corea, las otras artes marciales casi secretas nacidas tras siglos de confluencias, de secretos clave, siempre letales, que son narrados a unos pocos elegidos en el templo de Zen Okinawa Shonji-Ryu Karate-Do, Manipur, como un susurro de pequeñas píldoras que son tragadas, durante años, incluso décadas, de incesante, continuado y castrense entrenamiento diario: ejercicios que comienzan a las 03.30h de la madrugada, mucho antes de que salga el sol; tenues movimientos que son repetidos una y otra vez por cada minúsculo músculo de su cuerpo, por cada extremidad de su morfología, como sutiles, armoniosas y casi imperceptibles danzas guerreras que concluyen en un inabarcable abanico de golpes mortales; 'katas' que son coreadas como un mantra, 'dar cera, pulir cera', durante cada minuto de una vida, de toda una existencia, dedicada sin descanso al arte de repartir "hostias".
En el otro espacio físico y temporal de ese mismo escenario común aparece Ringo, el segundo de una familia de cuatro hermanos, criado también bajo los férreos códigos de la ley de la calle, códigos de hierro barnizados de una violencia extrema, de golpes, de riñas entre chiquillos que se han hecho adolescentes entre disparos de subfusiles camuflados en la neblina de la poderosa ganja de la región. Pero Ringo tiene suerte, estudia, acude a la Universidad, en Gujarat, y acaba trabajando en Delhi para el Gobierno. Sin embargo, bajo esa neutra apariencia de joven funcionario enfundado en un traje de chaqueta, cuyo sueldo le permite conducir su propio coche por las calles de la capital, late la pulsión de quien creció demasiado salvaje como para renunciar al ansia de libertad en la que se ha macerado su alma. Así que lo vende todo, se queda con unas cuantas miles de rupias, y viaja; duerme en la calle, come lo que puede, y acaba en Bombay. Y buscando, o perdido, decide volver a su pueblo. Y se encuentra con Singh, a caballo, en la selva, como una aparición. Singh ahora es «Master Lee», el segundo por detrás de su Maestro; domina cuatro artes marciales, tiene cinco Danes. Y una edad que ya no le permite el combate. Fuma marihuana para dormirse y olvidarse de ejecutar algún día esa 'kata' perfecta que lo obsesiona y lo mantiene noche tras noche en desvelo. Toda su vida es una danza de movimientos ligeros y letales que no tiene fin. Ahora le gustaría parar, enseñar, construir su propio templo, acoger y transmitir lo que sabe a esos niños de la calle que, como él hace ahora más de treinta años, no tienen casa ni tampoco futuro; conoce el comportamiento de hasta el último músculo de un cuerpo humano, de hasta su hueso más ínfimo. Pero no tiene dinero. Lo que tiene ante él, por el contrario, sin esperárselo -se lo acaba de encontrar mientras paseaba-, es a un joven abogado que se ha agobiado de su vida de funcionario, que está dotado para la lucha y que ha vuelto a casa en busca de una señal que cambie su estrella. La aventura, pues, está servida.
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Ringo 'Star' / Fotografía © Rafa Gassó
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Después de tres meses de duro entrenamiento en las montañas, la conexión entre Master Lee y Ringo 'Star' es ya una sólida alianza filosófica y empresarial a prueba de golpes. Lo siguiente son tres años recorriendo juntos, en moto, los peores tugurios de Myanmar, Tailandia, Laos, Camboya, Malasia. Peleas ilegales sobre tatamis de «vale tudo», que, «con sobornos a la policía incluidos», gesticula Ringo con una mano y media sonrisa acolmillada -en la otra mantiene un humeante "tres papeles", sus ojos están inyectados en sangre-, dejan unas ganancias «de unos 1. 500 euros el KO». Uno entrena, el otro lucha. Hacen dinero. Tiempos «crazy». Tiempos muy «crazy» para «la mente». «Muchos golpes en la cabeza». No siempre se gana. El inglés de Ringo es suficiente, pero difícil. Master Lee sólo habla meitei. Ringo traduce. A su marcado carácter hiperactivo de puro nervio hay que sumarle unas ingentes cantidades de marihuana consumida de manera casi compulsiva por él y su 'Maestro' entre un goteo constante de extranjeros con dolencias óseas y musculares varias que les visita casi en peregrinación, como si de un Santo Sanador y su discípulo se tratara. Y en parte así es.
Estamos en Goa y éste es el segundo año consecutivo en el que el particular «Club de la Lucha» ha cambiado el kimono por la bata de Fisioterapia para hacer la temporada [turística] entre monzones. La fama les precede. Uno enseña la técnica de recolocar suavemente un cuerpo en su sitio, lleva años haciéndolo, también lo hacía con Ringo cuando eran sus contrincantes quienes le «rompían» los músculos y los huesos. Su alumno atiende en silencio, respetuoso, con los ojos bien abiertos, pendiente de cada movimiento de su Maestro. Por su "consulta", una casa de "selva" en las afueras de Patnem Beach, al sur de Goa, desfila desde una italiana cuya parálisis de medio cuerpo está recuperando en un tiempo record tras años de infructuosas visitas a Especialistas de toda Europa, obra y gracia de las «milagrosas manos de Master Lee», en palabras textuales; a tres alemanes, uno de ellos con serios problemas de espalda, que siguen acudiendo después de su recuperación extasiados por el poder casi mágico que exhala la cercanía de tan singular combo. Los "pacientes", llegados de los más variados puntos del globo, por referencias, engrosan, sin que lo prevean y, acto seguido a las presentaciones protocolarias, la lista de amigos que a partir de ese momento, estén averiados o no, les visitarán cada día. Ellos ejercerán entonces de anfitriones generosos y hospitalarios. No habrá dobleces en cada invitación a cocinar y comer o cenar «todos juntos» que Ringo repetirá, como otro mantra sin fin, a todo aquel que se acerque simplemente a saludar desde el porche sin apenas entrar en la casa. Cocinan lo mismo que fuman, en abundancia, productos de Manipur, «de calidad», traídos expresamente, que comparten con propios y extraños. «La comida es mala en los restaurantes», apostillará Ringo. Seguro. Si te lo encuentras. Porque en el fondo, Master Lee y Ringo 'Star' son un poco como el Equipo A, una leyenda -«si algún día tiene problemas y los localiza, contrátelos»-, sólo que están vivos. En algún lugar remoto de India. Así que créete esta historia o no te la creas, pero es tan real, épica y turbia como las vidriosas jornadas que este periodista pasó tomando notas, entre los humos ardientes de Manipur, junto a Master Lee y su aventajado alumno Ringo 'Star'. Y si no, a internet. Fin.

Amma: La Madre de los Abrazos / Kerala

"¿Te das cuenta? La gente habla sin tener ni (puta) idea". Un alemán hippie, más bien entrado en años, pontifica sobre la ineficacia de los tratamientos preventivos contra la malaria y la Pelirroja, farmacéutica de formación y, para más señas, 'freak' de la Parasitología (su amor platónico es el mismísimo Manuel Patarroyo), vira su gesto hacia el azul contenido, antes de continuar comiendo sin dejar de mirar fijamente el horizonte. Hemos llegado al ashram de La Madre, es la hora de la comida, y compartimos mesa y perdigonazos de curry con un grupo de mochileros iluminados por la ignorancia pseudo-mística y ayurvédica, y también con una bandada de cuervos capitaneados por un águila célebre(mente) cleptómana que a punto está de empezar a robar comensales.
Estamos bastante impactados por lo que hemos visto hasta el momento –más adelante nos enteraremos de que no son pocos los que se acercan a este supuesto retiro espiritual y salen espantados sin amortizar siquiera la primera noche- y, aunque se supone que me gano la vida poniendo letras a lo que veo, o a lo que hay, las diferentes estampas que saltan a nuestros ojos resultan inenarrables.
Yo, confieso, he venido porque esto es carne de reportaje y me ha salido el colmillo, pero la Pelirroja… Gracias por acompañarme (one more time) en esta loca aventura dentro de nuestra GRAN aventura, quiero agradecérselo públicamente. Y nunca mejor dicho lo de 'loca aventura', porque esto, amiguitos, es como sumergirse en un psiquiátrico engalanado para una convención de trekis esquizos confinados, por anormales, en mitad de la más remota selva (con todos nuestros respetos a la gente que se engancha a ese abstracto mundo de 'lo espiritual', tan loable y válido para cada cual como pueda ser el bingo, el sexo o la drogaína, conste en acta. Si a uno le sirve…).
Un ejército de hombres y mujeres vestidos de blanco y extra-sonrientes se abrazan los unos a los otros, descalzos y en un susurro silencioso, con la misma efusividad de quien se acaba de zampar una caja entera de trankimazines. Cabe señalar que la gran mayoría de los aquí allegados son occidentales –el resto son indios y la devoción por según qué asuntos más o menos religiosos va en su cultura, no hay nada de impostura en ello. Con todo, coincidimos con gente maja, interesante e incluso normal-, y lo único cierto es que todos van en busca del abrazo de […]

[…] tratamos de silenciar nuestras carcajadas de puro cansancio para no despertar a A –es de madrugada y compartimos habitación con ella; esto es un campamento- […]
Hace escasa media hora hemos conseguido el abrazo de La Madre –llevábamos el nº 3. 700 para participar en la gran factoría del buen rollo y el amor- y, la tontería nos puede. En tres días y tres noches hemos sobrevivido a la enajenación colectiva de lo que tiene todos los visos de ser una… ¿secta? A saber:
La Madre es una (muy buena) señora nacida en pleno corazón de la selva de Kerala que, un buen día, se reveló ni más ni menos como la encarnación de Krishna. Esto, en un país de enraizada convicción hinduista, viene a ser como si la Bruja Lola se presenta un día en el Vaticano vestida como la novísima encarnación de Cristo. Un sacrilegio no; lo siguiente. Sin embargo, en el Estado de Kerala, cuya tradición comunista discurre en paralelo a la tradicional presencia femenina en puestos destacados de la sociedad –sirva de ejemplo el hecho de que aquí se inauguraron las primeras comisarías de policía de, por y para mujeres- este hecho, apenas le granjeó unos cuantos miles de enemigos y, por el contrario, una infinidad, por millares, de fieles y devotos seguidores.
Su innegable poder de convocatoria, y una innata habilidad para los negocios, le ha llevado a aupar un auténtico emporio que cuenta con la más puntera sanidad y educación gratuita para todo aquel que quiera hacer uso de las diferentes universidades y hospitales varios, que ha levantado entre los remotos cocoteros que la vieron nacer… a base de entregas, donaciones y/o gestión de un ashram –comunidad espiritual- que ofrece acogida, previo pago, a cambio de los abrazos mágicos que ella misma reparte.
En el ashram de Amma –así se le llama a La Madre-, se reparten tres comidas básicas al día junto al precio de una cama (150INR, poco más de 2€); se convive en habitaciones de entre tres y seis personas (las hay también para parejas, no siempre); se hace yoga o astrología, entre muchas otras, y se reza, cantando, al atardecer. Además, todo visitante ‘debe’ colaborar trabajando gratis 2h al día a partir de la 3ª ó 4ª jornada de estancia… Y el escenario, al fin, para acoger a un sinfín de occidentales con nombres tales como 'Araña' o 'Campanilla', más papistas que el Papa, dispuestos a 'evangelizar' al mundo (mochilero) con dogmas que les caen cultural y naturalmente más lejanos que Pernambuco, está servido. Buen rollo, paz, amor… y desprecio en la mirada para los que consideran diferentes y/o impíos.
Son esas ocasiones en las que a uno le sale ese español bajito, cateto y chulo que habita en todo gen ibérico y decide acallar a boinazos las reprimendas generales (y siempre por parte de los occidentales, por cierto, no de los locales) por, verbigracia, dejarse coger del brazo en un lugar sagrado. ¡Menudo pecado! Quien tenga que opinar sobre sus gestos que venga y que me lo cuente. Esa es la clave. Cinismo, malapersonalidad y veneración de la violencia. Más información, sobre un tatami.
En fin, que después de esta loca loca experiencia nos quedamos con el 'abrazo' de una renunciante asturiana de 68 años –'renunciante' se llama aquí al monje/a que acepta unirse a La Madre con los votos de pobreza, castidad y obediencia- clon del entrañable personaje que Jessica Tandy interpreta en la versión cinematográfica de la novela 'Tomates verdes fritos', a la que entrevisté para mí reportaje y quien convirtió una frugal conversación en un agradabilísimo manto de calma lleno de sabia experiencia. Llevaba casi tres lustros recluida en el ashram después de una vida aventurera entre África, América y prácticamente la totalidad del planeta y ya, enferma, allí había decidido esperar su "último viaje", confesó con una sonrisa: "Que yo sepa, los únicos que conocen India son los que la han visitado en 15 días. Aquí no existen las urgencias, sino gente con prisa. Los indios tienen mucha paciencia. Y sí, son muy descarados, no tienen el concepto de 'intimidad' que tenemos nosotros. Miran siempre con los ojos muy abiertos, pero así es como hay que
vivir, con sorpresa, como un niño, como si cada día todo fuera nuevo."