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domingo, 5 de abril de 2015

Sri Lanka: Cuando el turismo viola los derechos humanos


Kalpitiya, localidad costera al noroeste de Sri Lanka, ha sido destacada como punto de vulneración de derechos humanos debido a la llegada del turismo. / Foto © Rafa Gassó.

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“Claro que hay problemas. Cualquier país en desarrollo tiene problemas cuando sufre un gobierno como el nuestro”, cuenta Riash, de 40 años, omitiendo usar la palabra “corrupto” cuando habla del sistema político que rige Sri Lanka desde el fin de su guerra civil, hace ahora otros seis años.

La conversación, a media voz y con interrupciones constantes para saludar a los vecinos que se paran a curiosear y restarle así -entre sonrisas-, importancia a la misma, tiene lugar a cobijo de la escasa sombra que proyecta la motocamioneta de este pequeño empresario, “emprendedor” dedicado a la depuración del agua contaminada con arsénico. Es el único habitante que parece hablar inglés –y que, además, se presta a ello-, en Kalpitiya, una pequeña localidad costera de sol abrasador, ubicada al noroeste de Sri Lanka.

Y es que esta localidad, junto a otras vecinas, ha sido recientemente señalada por la ONG suiza Sociedad Para los Pueblos Amenazados (STP), en su informe ‘A shadow on the sunny paradise’ (Una sombra en el paraíso soleado). En dicho informe (que puede leerse completo, en inglés, pinchando este enlace) se denuncian serias y “sistemáticas violaciones de derechos humanos” entre los locales, devenidas del floreciente entramado turístico de la isla. Una industria que crece a un ritmo vertiginoso desde el final de un conflicto que asoló y mantuvo aislado al país durante casi tres décadas (1983-2009), y que según la ONG ha afectado ya a 1.200 familias de la región.

Se trata de familias, en su mayoría pesqueras, que han visto cómo la aparición de nuevos resorts de lujo han convertido muchas de las antiguas playas desde las que antes salían a faenar, en paraísos de lujo privados al alcance de unos pocos occidentales. Hoy, muchas de estas permanecen cerradas al paso por unos alambres de espino que los nativos no pueden cruzar. A ellos ya no se les permite el acceso, ni por tanto, trabajar, confinándoles a la miseria.

‘Responsabilidad’ de los turoperadores occidentales
Desde que la “Lágrima de India” abriese sus fronteras al turismo, la antigua colonia portuguesa, holandesa y británica, sucesivamente, de Ceilán –una idílica isla de postal trufada de bosques tropicales y bañada por las aguas del océano Índico-, se ha convertido en uno de los destinos turísticos más importantes del mundo. Sólo en 2013, cuatro años después de abrir sus puertas al extranjero, Sri Lanka ocupó el número uno en la selecta lista de los “países a visitar” que elabora la todopoderosa editorial de guías de viaje, Lonely Planet. Del millón y medio de extranjeros de vacaciones que Sri Lanka recibió durante 2014, 144.168 entraron con pasaporte británico –el principal y más nutrido contingente de visitantes que arriban procedentes de Europa occidental-, seguidos de 102.977 alemanes. Así, y según se desprende del informe emitido por esta ONG, “al menos 49 agencias de viajes alemanas y 21 suizas” ofrecen hoteles en dichas zonas turísticas. Es por eso que la ONG insta a los turoperadores europeos a “asumir su parte de responsabilidad”, en lo que considera una creciente violación de los derechos humanos fundamentales, perfecto caldo de cultivo, además, para la pobreza. A expensas del desarrollo, una gran mayoría de pescadores se han quedado sin lugar de trabajo. Algo paradójico, advertir de la creciente pobreza, si se tiene en cuenta que la isla tiene la más alta renta per cápita de toda el Asia meriodional.

Con un proyecto de desarrollo que sólo en Kalpitiya pretende establecer diez mil camas en 17 hoteles de lujo –que de media, testado por este periodista, cuestan un mínimo de 35 dólares la noche-, las cuentas no salen. “Ha habido mucha inversión” cuenta Riash refiriéndose a “gente rica de Colombo” [la capital], pero también a compradores “chinos y malayos”, sugiere Riash, quienes igualmente adquieren terrenos donde luego construirá el capital patrio.

Y expropiaciones fortuitas de terrenos, advierte asimismo el informe. “Durante décadas las fuerzas armadas se han cobrado grandes extensiones de tierra al norte de la isla”. Y expone que, durante la guerra, muchos tamiles huyeron y se asentaron en el extranjero o en otras regiones de la isla, y que pese que desde el final del conflicto muchos han querido volver y recuperar sus tierras, se han encontrado con que el ejército las ha convertido en “campos militares”, en “Zonas de Alta Seguridad (HSZ)”, cuando no en “zonas económicas especiales”. Se señalan los 6.000 acres de tierra que, sólo en la península de Jaffna, el ejército quiere convertir en “Zonas de Alta Seguridad (HSZ)” permanentes.
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Riash admite a media voz que Sri Lanka "tiene problemas" debido al gobierno que lidera el país desde el fin del conflicto armado de 2009. / Foto ©  Rafa Gassó
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De hecho, se apela a los proveedores de viajes a que no ofrezcan hoteles administrados por militares u otras actividades turísticas que se rigen bajo supervisión del ejército, “a menos que se pueda demostrar que [dichas ofertas] no se basan en la adquisición de tierras ilegales u otras violaciones de los derechos humanos”. Y  cita, como ejemplo, a uno de sus investigadores, quien reportó el caso de un residente que vio cómo comenzaban las obras de construcción de un hotel de lujo en sus tierras sin que nadie, ni ningún representante del gobierno cingalés, le hubiera avisado ni pedido ningún permiso.

Paraíso de luces… y sombras
Y es que a pesar del fin de la guerra civil, y tal como refiere el mismo informe, “el gasto militar ha aumentado continuamente durante los últimos años”. Si en 2009, último año de conflicto, se destinaron hasta 1,1 mil millones de euros para gastos militares, en 2015 tal presupuesto ascendió a 1,9 millones de euros. O lo que es lo mismo, el 16,6% de los presupuestos generales del estado srilankés. Asimismo, se señala que los militares han centrado este aumento del presupuesto cada vez más en el turismo –además de en otro tipo de “tareas comunes” o “promoción de la agricultura”-, con los tres cuerpos del ejército, Tierra, Mar y Aire, abriendo hoteles por todo el país y ofreciendo cada vez más actividades turísticas. En declaraciones de un teniente coronel patrio, Hewawithanage Laal Perera, recogidas igualmente en el informe, “la intención de las fuerzas armadas en los próximos años es la de gestionar más de 150 hoteles en todo el país”.


¿Será, entonces, “sólo” una cuestión de desarrollo económico (des)controlado por la corrupción de un estado militarizado?

[Continuará]
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Los habitantes de Kalpitiya, en Sri Lanka, y los de otras localidades cercanas albergan a las 1.200 familias que, según una ONG, ven vulnerados sus derechos por culpa del turismo. / Foto © Rafa Gassó
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Este que acabas de leer es el original de los dos artículos que escribí para el diario.es sobre algunas peliagudas cuestiones que afectan a la realidad actual de Sri Lanka -y que van más allá del mero hecho de un simple auge del turismo, cuyas consecuencias "casualmente" afectan, y mucho, a la minoría étnica tamil-, y que cerrará con un tercero escrito ya desde la orilla india... pero igualmente tamil. En Mamallapuram, bello enclave de pescadores en el estado de Tamil Nadu.


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