Las explosiones llegan sin avisar. Vas una tarde de
paseo por Bhagsu y de repente estás metido en la cama y con 40 de fiebre; sin
darte ni puta cuenta. Delhirando. Con
hache. Porque al menos aquí en India se delhira
cuando uno sufre subidones repentinos de fiebre, consecuencia de esas
deshidrataciones exprés en forma de cagaleras que son capaces de hacerte perder
3kg-4kg en menos de 48h. No es la primera vez que ocurre. Cualquier especialista en medicina exterior te advierte de que es materialmente imposible no pillar cacho en este país insalubre. Lo que ocurre es que a veces pasamos virus como los gatos: Sin enterarnos. Yo en este país he
sufrido dengue –la demoledora gripe rompehuesos,
provocada por la picadura de un mosquito cabrón que empieza a ser un serio
problema en las grandes ciudades como Delhi, por cierto; a mi me picó en
Pushkar y allí lo pasé-. Y Prem me ha preguntado al levantarme y pedirle el
desayuno por qué me he pasado toda la noche gritando; empapado en sudor, delhirando y sin tener conciencia de ello. Al menos el
fabuloso jardín de la Krishna guesthouse -frondoso, verde, floreado, calmo; aderezado
por el sonido del riego de las didis
de la casa cuando el sol empieza a caer, el canto de los pájaros al amanecer (seguidos
de los gritos de Prem, palo de bambú en mano, espantando a los monos (bandar)
que acuden todas las mañanas a desayunar a los árboles frutales)-, en los pies
de la cama, tras la ventana, ayuda a llevarlas mejor. Las fiebres, las
cagaleras y mucho más, la primera fase de un dengue (aún conservo dos
vidas). En otra ocasión, ya en España, tuve que aniquilar un quiste que se me había formado en el estómago a causa de un bicho que habita en aguas fecales. Otra historia que siempre he visualizado con el dueño de una daba, también de Pushkar, rascándose el culo mientras me tomaba la comanda.
Otra cosa es que te ocurra en Nueva Delhi. En Pahar
Ganj. Habitación 3 del hotel Majors Den. Uno de los lugares más...
Esta vez fue diferente. Hay quien dice que fue Nepal,
que me explotó adentro. Y es posible que no falte razón. El paisaje, desde la
cama, en una cómoda y bonita habitación con vistas al lugar donde debieron de
enterrar a Laura Palmer –naturaleza exuberante, bosque asalvajado repleto de
verde hasta el insulto y especies que cantan, pelean y trinan-, es cojonudo.
Levantarse al váter cada 45min como un manantial violento, con temblores,
escalofríos y retortijones del espinazo intestinal, no. Hasta la fecha, y por
como solía estar escrito el guión –nadie en el aeropuerto de partida, nadie en
el de llegada, ningún conocido en ninguna ciudad ni estación o andén-, solía
pasar estas cosas en soledad o como mucho en compañía de Martin Sheen desde un
hotel de Saigon durante la pérdida de Vietnam. No así esta vez. En 24h acepté
acudir, por primera vez en toda mi India, un hospital; al Tibetan Delek Hospital, a poca
distancia de aquí. En Dharamsala y a cambio de sortear caminos llenos de
piedras y curvas cerradas, de montaña, desplomado en los asientos traseros de
un taxi.
La sanidad en India es cojonuda. Si has de ponerte
enfermo durante un periplo por Asia, lo mejor que puede pasarte es que te
ocurra en India. En Tailandia son buenos –mucho, también-, pero te pueden crujir
la tarjeta de crédito; cualquier percance que ocurre con un turista o residente
en cualquier rincón remoto o no del sudeste asiático se desvía a Bangkok. Ya
puede ser un ataque de apendicitis en Hanoi o una rotura de pierna en Camboya,
que te desvían a Bangkok. Y no en tuk-tuk,
sino en helicóptero. Y eso es lo primero que hay que pagar.
Aquí en India, cualquier lugar mínimamente
turístico o transitado –allá donde puedan existir residentes de larga
temporada- está rodeado de hospitales públicos y privados, de medicina
tradicional y ayurveda, y de una calidad buena y aceptable. Casi todos los
médicos suelen estar formados en EE UU y regresan muy bien preparados. Y en un
país de tradiciones ancestrales, además, donde una gran mayoría sigue acudiendo
a su doctor ayurveda –curanderos formados en la cultura popular y milenaria de
la medicina natural, con muy buena praxis para según qué dolencias-, el turno
de espera, en las clínicas de medicina tradicional, no existe. Llegas, te
atienden, te examinan, te hacen los análisis que determine tu doctor, y en un
par de horas y por muy poco dinero, te sueles ir a casa con la cantidad de
medicamento justo que necesita tu cuerpo y no más. En India no sólo han ganado
la batalla a las grandes farmacéuticas suizas y americanas –quienes llegaron a
denunciarles ante el Tribunal Superior de Justicia indio por un asunto de
patentes, fallando India en favor propio, obvio, aunque no tanto para las partes
denunciantes-, y se defiende una loable filosofía de “salud para todos”. Para
los que pueden pagar pero, sobre todo, para los que no. Y porque dile a un
indio que te cuesta mil dólares fabricar un retroviral, que sólo por
demostrarte que te has pasado de listo ante un pueblo que siempre se sentirá
por encima de los demás, te lo fabricará por sólo cien dólares, como así
ocurre. Y es que después de tantos siglos colonizados, también le han ganado la
batalla al monopolio económico blanco y, seguramente, a la estupidez.
:( A recuperarse pronto! Debe ser cosa de equilibrios, o es q te crees que lo bueno que te pasa va a ser gratis? :) Mucho ánimo!
ResponderEliminarQue te pongas bien enseguida! Y mucho ánimo : )
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