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lunes, 4 de mayo de 2015

El temido Día R (ea)


Las explosiones llegan sin avisar. Vas una tarde de paseo por Bhagsu y de repente estás metido en la cama y con 40 de fiebre; sin darte ni puta cuenta. Delhirando. Con hache. Porque al menos aquí en India se delhira cuando uno sufre subidones repentinos de fiebre, consecuencia de esas deshidrataciones exprés en forma de cagaleras que son capaces de hacerte perder 3kg-4kg en menos de 48h. No es la primera vez que ocurre. Cualquier especialista en medicina exterior te advierte de que es materialmente imposible no pillar cacho en este país insalubre. Lo que ocurre es que a veces pasamos virus como los gatos: Sin enterarnos. Yo en este país he sufrido dengue –la demoledora gripe rompehuesos, provocada por la picadura de un mosquito cabrón que empieza a ser un serio problema en las grandes ciudades como Delhi, por cierto; a mi me picó en Pushkar y allí lo pasé-. Y Prem me ha preguntado al levantarme y pedirle el desayuno por qué me he pasado toda la noche gritando; empapado en sudor, delhirando y sin tener conciencia de ello. Al menos el fabuloso jardín de la Krishna guesthouse -frondoso, verde, floreado, calmo; aderezado por el sonido del riego de las didis de la casa cuando el sol empieza a caer, el canto de los pájaros al amanecer (seguidos de los gritos de Prem, palo de bambú en mano, espantando a los monos (bandar) que acuden todas las mañanas a desayunar a los árboles frutales)-, en los pies de la cama, tras la ventana, ayuda a llevarlas mejor. Las fiebres, las cagaleras y mucho más, la primera fase de un dengue (aún conservo dos vidas). En otra ocasión, ya en España, tuve que aniquilar un quiste que se me había formado en el estómago a causa de un bicho que habita en aguas fecales. Otra historia que siempre he visualizado con el dueño de una daba, también de Pushkar, rascándose el culo mientras me tomaba la comanda.

Otra cosa es que te ocurra en Nueva Delhi. En Pahar Ganj. Habitación 3 del hotel Majors Den. Uno de los lugares más...

deprimentes del mundo. Oscuro, sucio y sin apenas ventilación. Roña de la época británica y el cuarto de baño más guarro de Escocia. Allí, como aquí, también dejé en una ocasión gran parte de mí. Han pasado más de tres años y sólo ahora he podido volver a comer esos momos que, por ansia y exceso de chili, me provocaron tres días de sudores y espejismos y un serio convencimiento de que o que me cagaba a mí mismo y allí, por el sumidero de una asquerosa letrina, desaparecía mi vida entre las nutridas cloacas multicolor del malsano barrio de Pahar Ganj, o me cogía un avión de vuelta a España si no cesaban en 72h, pese a llevar menos de dos semanas en el país. Lo que pasa es que al final, aquí, todo es tan letal como fulminantemente perecedero. Aquí existe la fecha de empaquetado para todo producto, pero no la de su caducidad. Muchos se asustan al pisar por primera vez un supermercado.

Esta vez fue diferente. Hay quien dice que fue Nepal, que me explotó adentro. Y es posible que no falte razón. El paisaje, desde la cama, en una cómoda y bonita habitación con vistas al lugar donde debieron de enterrar a Laura Palmer –naturaleza exuberante, bosque asalvajado repleto de verde hasta el insulto y especies que cantan, pelean y trinan-, es cojonudo. Levantarse al váter cada 45min como un manantial violento, con temblores, escalofríos y retortijones del espinazo intestinal, no. Hasta la fecha, y por como solía estar escrito el guión –nadie en el aeropuerto de partida, nadie en el de llegada, ningún conocido en ninguna ciudad ni estación o andén-, solía pasar estas cosas en soledad o como mucho en compañía de Martin Sheen desde un hotel de Saigon durante la pérdida de Vietnam. No así esta vez. En 24h acepté acudir, por primera vez en toda mi India, un hospital; al Tibetan Delek Hospital, a poca distancia de aquí. En Dharamsala y a cambio de sortear caminos llenos de piedras y curvas cerradas, de montaña, desplomado en los asientos traseros de un taxi.

La sanidad en India es cojonuda. Si has de ponerte enfermo durante un periplo por Asia, lo mejor que puede pasarte es que te ocurra en India. En Tailandia son buenos –mucho, también-, pero te pueden crujir la tarjeta de crédito; cualquier percance que ocurre con un turista o residente en cualquier rincón remoto o no del sudeste asiático se desvía a Bangkok. Ya puede ser un ataque de apendicitis en Hanoi o una rotura de pierna en Camboya, que te desvían a Bangkok. Y no en tuk-tuk, sino en helicóptero. Y eso es lo primero que hay que pagar.

Aquí en India, cualquier lugar mínimamente turístico o transitado –allá donde puedan existir residentes de larga temporada- está rodeado de hospitales públicos y privados, de medicina tradicional y ayurveda, y de una calidad buena y aceptable. Casi todos los médicos suelen estar formados en EE UU y regresan muy bien preparados. Y en un país de tradiciones ancestrales, además, donde una gran mayoría sigue acudiendo a su doctor ayurveda –curanderos formados en la cultura popular y milenaria de la medicina natural, con muy buena praxis para según qué dolencias-, el turno de espera, en las clínicas de medicina tradicional, no existe. Llegas, te atienden, te examinan, te hacen los análisis que determine tu doctor, y en un par de horas y por muy poco dinero, te sueles ir a casa con la cantidad de medicamento justo que necesita tu cuerpo y no más. En India no sólo han ganado la batalla a las grandes farmacéuticas suizas y americanas –quienes llegaron a denunciarles ante el Tribunal Superior de Justicia indio por un asunto de patentes, fallando India en favor propio, obvio, aunque no tanto para las partes denunciantes-, y se defiende una loable filosofía de “salud para todos”. Para los que pueden pagar pero, sobre todo, para los que no. Y porque dile a un indio que te cuesta mil dólares fabricar un retroviral, que sólo por demostrarte que te has pasado de listo ante un pueblo que siempre se sentirá por encima de los demás, te lo fabricará por sólo cien dólares, como así ocurre. Y es que después de tantos siglos colonizados, también le han ganado la batalla al monopolio económico blanco y, seguramente, a la estupidez.

2 comentarios:

  1. :( A recuperarse pronto! Debe ser cosa de equilibrios, o es q te crees que lo bueno que te pasa va a ser gratis? :) Mucho ánimo!

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  2. Que te pongas bien enseguida! Y mucho ánimo : )

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