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martes, 9 de junio de 2015

El horror, el horror...

... de volver ;-)
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¿Pensabais que había desaparecido? Aquí sigo. Ausente, despreocupado, acaso –que no indiferente*, nunca indiferente-, en estas últimas semanas de auténtica locura en la que INDIA, siempre presta a recordar su idiosincrasia cuando uno está a punto de partir –y a mí podéis llamarme “El Lavadoras”, puesto que sobre suelo hindustano ya no me quedan días, sino horas-, para que ésta quede grabada a fuego en la memoria y no se tarde demasiado en volver, adicto ya, de por vida, a encontrar armonía en el desastre, lógica en la improvisación. INDIA, ese paisaje del que no se termina de regresar jamás. O de donde –al menos- “no se vuelve esperanzado”, que desgallitaba Javier Corcobado -arañado a Tormenta, su guitarra-, en De noche. Aunque por motivos diferentes al poema.

Interminables y diarios cortes de...




... luz eléctrica (y por ende, de internet), estas últimas semanas, que han devuelto a INDIA lo que a INDIA le pertenece. El caos propio de uno de los países más pobres e hiper poblados del mundo –se calcula que en 2020 superará en población a China-, que goza a día de hoy del sueño de una burbuja económica destinada a explotar y arrojar al vacío a toda una nueva clase media –como suele ocurrir, pasó en España; la pobreza, cuando es por tradición, hermana a pueblos dispares, tal es la verdadera democracia-, que disfruta a día de hoy, consciente o inconsciente, de las ventajas de una economía empujada por esa ‘desahogada’ clase trabajadora. Hay un sociólogo indio cuyo nombre no recuerdo, que hace un lustro dividía la clase media india en dos: La que tenía coche y la que no. Hoy, la primera supera con creces a la segunda y en época de vacaciones estivales, que comienza en mayo y acaba con la llegada del monzón al norte del país, alrededor de julio, se muestra tal cual es. Esto es, con el desenfado propio del nuevo rico en, valga el ejemplo, Himachal Pradesh, el mismo Estado desde donde llevo escribiendo estas letras más de dos meses. A ojos de un Indio, los estados de Jammu y Cachemira siguen resultando lugares “peligrosos” que no visitar por cuestiones políticas y sólo Himachal Pradesh es la apuesta segura de un lugar que ofrezca paisajes idílicos y un clima más bien fresquito mientras el resto del país –de aquí para abajo, y de Este a Oeste-, se fríe, literalmente, a una temperatura media de 47 ºC. Salvando todas las distancias y para hacerse una idea, este sería el Benidorm de montaña indio. La consecuencia de todo ello, entre muchas otras, es un atasco de berlinas (coches) todocamino que tapona, bajo una insoportable fanfarria de cláxones a volumen de camión, cualquier ruta o carretera (ambas cosas son lo mismo en India), de acceso o salida a (o del) distrito de Dharamsala, cuyo triángulo más turístico para el local lo conforman los vértices de las poblaciones de Dharamkot, Bhagsu y Mcleoganj, residencia del Dalai Lama y del gobierno tibetano en el exilio. La segunda consecuencia es una proliferación de la construcción para dar respuesta a tan masiva demanda local de los últimos años, totalmente descontrolada, en uno de los lugares más hermosos, vírgenes… y peligrosos de toda la India, puesto que se encuentra en la misma zona de actividad sísmica que destruyó Cachemira en 2005 y Nepal hace poco más de un mes. Los ciclos aquí van de cien años en cien años. Y cuentan los viejos del lugar –aunque eso podréis leerlo en otro artículo que preparo-, que según las cuentas de la pachamama, a esta área de Himachal Pradesh “ya le va llegando la hora de otro gran terremoto”. Será en pocos años o será en pocos meses. Pero será. Eso (casi seguro), parece ser.

Y sin embargo, la consecuencia que más pesa es la tercera. ¿Cómo va a pagar un indio la electricidad teniendo en su diccionario coloquial la palabra “juggard” y hermosas torres de luz a las que engancharse ilegalmente? El resultado es que las instalaciones se saturan y la electricidad –y con ella, el internet-, desaparece durante largas horas, día tras día. Hay un claro “antes y después” de la llegada de las hordas de turismo local, desde hace un mes a esta parte. Me ahorro, por otra parte –puesto que, como digo, es carne de un artículo que preparo-, describir cómo queda el verde del entorno, moteado de botellas vacías de plástico y/o cristal (otrora contenedoras de agua, refrescos o alcohol; gracias pandillas de amigotes punjabís que viajáis en grupo de machos alfa como quien viaja a Las Vegas de despedida de soltero, por lanzar estas últimas hacia el frondoso bosque, estáis por civilizar),y salpimentado por todo tipo de basura y plásticos pese a que el uso de este último material está prohibido y sobre todo para las bolsas, inexistentes en este distrito. Aquí cualquier compra se empaca en una bolsa de papel.

En fin. Después de estas últimas semanas (locas, tan locas), el viaje, y con él, la primera parte de este proyecto, comienza a llegar a su fin. Y en este punto hago un pequeño inciso: Es como si el gobierno indio extendiera los tiempos de visado para el extranjero en función de la duración de su paciencia. Siempre pasa lo mismo. Cuando te quedan días para irte parece como si ya no pudieras aguantar más el ritmo (a veces cavernícola) de este país. O de este subcontinente. O más bien, de esta civilización, digamos, tan particular y genuina. Sólo hace falta poner un pie fuera, dejar pasar unos meses y el deseo por volver otra vez comienza a hacerse insoportable. Y, de hecho, supongo que así será, como ha sido desde los últimos siete años ;-)

Haciendo cuentas, han sido 70 post (esta es la entrada número 70), en las que tratar de ir dando forma a este proyecto. Lo que arroja una media de un nuevo post cada dos días, aprox. No está mal. Aunque, advierto, os auguro un verano de lectura, es posible que usando otro formato que a partir de aquí ya sí que sí, será en exclusiva para socios (así que ya podéis ir diciéndoselo a todos vuestros amigos y amigas). Este This Is My India no ha hecho más que empezar :-)

¿Creeréis que estará listo el libro para la Navidad? Yo creo que sí.

Mañana regresamos a Nueva Delhi y el viernes, de madrugada, a Europa.

Seguimos indianeando, en cualquier caso.
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Después de un viaje largo siempre toca revisar la maleta para el regreso. No todo lo que viajó a la ida lo hará en el camino de vuelta. Caso de estas zapatillas, que han cumplido con su papel hasta el final: Pisar barro y asfalto hasta resquebrajarse por pura acumulación de kilómetros, lo que significa -vista la imagen-, que todo ha ido según estaba previsto. O sea, bien de espíritu, mal de curro. Son los tiempos que nos han tocado vivir. Peor sería tener que trabajar :-) ¡Hasta la semana que viene! / Foto © Sandrine Lafaix 
* "Despreocupado, que no indiferente" es mi tercer tatuaje.

2 comentarios:

  1. ooooh qué pena, estaba viajando contigo (virtualmente ya sabes). Buen viaje de vuelta y no podias haber descrito mejor esa sensación de querer salir y al poco tener un deseo insoportable de volver. Así ando yo . un abrazo

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  2. A India se vuelve, siempre se vuelve, Laura ;-)
    Además, por este canal vamos a seguir viajando, no se me preocupe nadie. Y te (os) va a gustar ;-) ¡Besote!

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